Lanús se recuperó de dos goleadas seguidas con un triunfo justificado. Claro, lo ayudó un tímido All Boys.
El fútbol suele torcer y retorcer las matemáticas. Nada menos exacto que este deporte, desde el momento en el que hay, como mínimo, 11 variables de cada lado y una más -a veces exageradamente determinante- que digita todo desde afuera. Si sumamos a los árbitros, el combo es imposible de calcular hasta para una súpercomputadora. Ahora, hay excepciones. Y nos encontramos con que 6 menos 5 es igual a 1. Seis fueron las situaciones claras que generó Lanús y cinco los jugadores que no pudieron estar ante All Boys (dos por suspensiones y tres por lesiones). La fórmula que transformó a un Granate goleado en las últimas dos fechas a este ganador es muy sencilla. Casi un 2+2. Zubeldía reparó los Hoyos en su estructura con lo más lógico que tenía a mano. Si le costó armar un equipo, pedirle que le colgara serpentinas sería injusto y descabellado. Con una buena intención de ataque, sumada a la pasividad del rival, el resultado dio tres puntos.
No sólo fue clásico en su 4-4-2, sino también en la elección para atacar. Abrir la cancha con dos jugadores de buen pie como Aguirre y Blanco; un doble cinco mixto, donde Pizarro hizo el trabajo sucio y Ledesma trató de aportar claridad; laterales que se sumaban con criterio y dos delanteros movedizos que hicieron difícil la referencia para los centrales del Albo. Si hubieran estado finos para el arco, Lanús no habría padecido hasta el final. En especial Silvio Romero, quien tuvo dos oportunidades inmejorables y después entorpeció cada contra de su equipo. Castillejos, en cambio, fue pesadilla para los rivales.
All Boys, carne de diván, deberá tratar su bipolaridad: de local se agranda y de visitante se encoge. Cuestión de dimensiones de cancha o de dimensiones de mentalidad, el Albo apenas sacó un puntito fuera de casa, contra los nueve que sumó en Floresta. En su defensa hay que aclarar que pocas veces se lo vio tan timorato como ayer. Se acordó 45 minutos tarde de que existía un arco enfrente y que se podía pensar en otra vía que no fuera el piedrazo (pelotazo es un término benévolo) para el generoso Mauro Matos. El único diferente fue Rimoldi, quien empujó con inteligencia y pelota al pie.
El Granate necesitaba el triunfo para que no le apretara la camisa. Lo buscó, lo justificó y se lo quedó. Salió del Hoyos con un cabezazo salvador del central a los 43 minutos del primer tiempo y luego manejó los tiempos. Sólo se le podría recriminar a Zubeldía esa elección de tratar de cerrar el partido con un cambio arriesgado: Erramuspe por Aguirre. Si la intención fue controlar a Fabbiani, no había ninguna necesidad...
Fuente : ole
El fútbol suele torcer y retorcer las matemáticas. Nada menos exacto que este deporte, desde el momento en el que hay, como mínimo, 11 variables de cada lado y una más -a veces exageradamente determinante- que digita todo desde afuera. Si sumamos a los árbitros, el combo es imposible de calcular hasta para una súpercomputadora. Ahora, hay excepciones. Y nos encontramos con que 6 menos 5 es igual a 1. Seis fueron las situaciones claras que generó Lanús y cinco los jugadores que no pudieron estar ante All Boys (dos por suspensiones y tres por lesiones). La fórmula que transformó a un Granate goleado en las últimas dos fechas a este ganador es muy sencilla. Casi un 2+2. Zubeldía reparó los Hoyos en su estructura con lo más lógico que tenía a mano. Si le costó armar un equipo, pedirle que le colgara serpentinas sería injusto y descabellado. Con una buena intención de ataque, sumada a la pasividad del rival, el resultado dio tres puntos.
No sólo fue clásico en su 4-4-2, sino también en la elección para atacar. Abrir la cancha con dos jugadores de buen pie como Aguirre y Blanco; un doble cinco mixto, donde Pizarro hizo el trabajo sucio y Ledesma trató de aportar claridad; laterales que se sumaban con criterio y dos delanteros movedizos que hicieron difícil la referencia para los centrales del Albo. Si hubieran estado finos para el arco, Lanús no habría padecido hasta el final. En especial Silvio Romero, quien tuvo dos oportunidades inmejorables y después entorpeció cada contra de su equipo. Castillejos, en cambio, fue pesadilla para los rivales.
All Boys, carne de diván, deberá tratar su bipolaridad: de local se agranda y de visitante se encoge. Cuestión de dimensiones de cancha o de dimensiones de mentalidad, el Albo apenas sacó un puntito fuera de casa, contra los nueve que sumó en Floresta. En su defensa hay que aclarar que pocas veces se lo vio tan timorato como ayer. Se acordó 45 minutos tarde de que existía un arco enfrente y que se podía pensar en otra vía que no fuera el piedrazo (pelotazo es un término benévolo) para el generoso Mauro Matos. El único diferente fue Rimoldi, quien empujó con inteligencia y pelota al pie.
El Granate necesitaba el triunfo para que no le apretara la camisa. Lo buscó, lo justificó y se lo quedó. Salió del Hoyos con un cabezazo salvador del central a los 43 minutos del primer tiempo y luego manejó los tiempos. Sólo se le podría recriminar a Zubeldía esa elección de tratar de cerrar el partido con un cambio arriesgado: Erramuspe por Aguirre. Si la intención fue controlar a Fabbiani, no había ninguna necesidad...
Fuente : ole